Cita la sabiduría popular que cada generación siempre defenderá que "sus tiempos fueron los mejores".
Yo no sé realmente si esto es así o no, pero hoy quiero escribir sobre lo difícil que son en estos tiempo las relaciones interpersonales.
Hoy todo se resuelve con "whatsappear", con un "MD", o publicando tu sentir en Facebook y otras redes sociales. Estas han impactado todos los ámbitos en los que nos desempeñamos, tanto laboral, social o personalmente.
Hay grupos de "whats" del trabajo, de los viejos amigos de la secundaria o la prepa, del taller de artes, del gimnasio, de la iglesia, de tus amigos actuales, de los seguidores de tal o cual artista que es tu favorito, de tu familia, de gustos y hobbies, etc. Y no se diga del gran listado de contactos. Esto no es malo, si te mantiene en comunicación con los que amas, te ayuda a coordinar tareas o simplemente estar en contacto con aquello que te interesa, acortando distancias.
El problema es cuando estás en persona con gente que justo integran tal vez algunos de esos grupos virtuales y te privas de su compañía por estar contestando o viendo distraído los cientos de mensajes que te mandan de esos otros grupos y contactos. ¿En qué momento olvidamos que no hay nada más esencial que disfrutar de la compañía del otro, de su mirada, de sus gestos, de la charla, de una sonrisa o hasta percibir esa mueca de preocupación detrás de un "estoy bien", y ser capaces de escuchar, de solidarizarnos, de intercambiar, de vivir, ¿En qué momento nos deshumanizamos y nos volvimos virtualizados?
Es muy común perder personas que amamos por malos entendidos en mensajes del Messenger o WhatsApp, por leer textualmente algo que alguien escribió en un momento de coraje o de mal humor. Se perdió la importancia de enfrentarse cara a cara y redescubrir en los ojos del otro aquello que tanto has amado por siempre, todas sus luchas juntos, y quizá volver a empezar. Hoy todo se arregla en facebooklive o discutiendo en WhatsApp y bloqueando.
Hoy solo quiero compartir que en esta vorágine de redes sociales de internet, vale aún la pena darle nuestro tiempo al ser, a la realidad, al interactuar personalmente.
Al final, no hay nada comparado a un abrazo fraterno de la gente que aprecias, en cualquier situación de la vida o una mirada especial o un beso tan esperado tanto tiempo de la persona que amas.
Yo no sé realmente si esto es así o no, pero hoy quiero escribir sobre lo difícil que son en estos tiempo las relaciones interpersonales.
Hoy todo se resuelve con "whatsappear", con un "MD", o publicando tu sentir en Facebook y otras redes sociales. Estas han impactado todos los ámbitos en los que nos desempeñamos, tanto laboral, social o personalmente.
Hay grupos de "whats" del trabajo, de los viejos amigos de la secundaria o la prepa, del taller de artes, del gimnasio, de la iglesia, de tus amigos actuales, de los seguidores de tal o cual artista que es tu favorito, de tu familia, de gustos y hobbies, etc. Y no se diga del gran listado de contactos. Esto no es malo, si te mantiene en comunicación con los que amas, te ayuda a coordinar tareas o simplemente estar en contacto con aquello que te interesa, acortando distancias.
El problema es cuando estás en persona con gente que justo integran tal vez algunos de esos grupos virtuales y te privas de su compañía por estar contestando o viendo distraído los cientos de mensajes que te mandan de esos otros grupos y contactos. ¿En qué momento olvidamos que no hay nada más esencial que disfrutar de la compañía del otro, de su mirada, de sus gestos, de la charla, de una sonrisa o hasta percibir esa mueca de preocupación detrás de un "estoy bien", y ser capaces de escuchar, de solidarizarnos, de intercambiar, de vivir, ¿En qué momento nos deshumanizamos y nos volvimos virtualizados?
Es muy común perder personas que amamos por malos entendidos en mensajes del Messenger o WhatsApp, por leer textualmente algo que alguien escribió en un momento de coraje o de mal humor. Se perdió la importancia de enfrentarse cara a cara y redescubrir en los ojos del otro aquello que tanto has amado por siempre, todas sus luchas juntos, y quizá volver a empezar. Hoy todo se arregla en facebooklive o discutiendo en WhatsApp y bloqueando.
Hoy solo quiero compartir que en esta vorágine de redes sociales de internet, vale aún la pena darle nuestro tiempo al ser, a la realidad, al interactuar personalmente.
Al final, no hay nada comparado a un abrazo fraterno de la gente que aprecias, en cualquier situación de la vida o una mirada especial o un beso tan esperado tanto tiempo de la persona que amas.
Comentarios