1.- Mantengamos nuestros ojos fijos en Jesús.
El 16 de enero, el Papa Juan Pablo II promulgó su carta apostólica Novo Millenio Ineunte, "Al comienzo del nuevo milenio". Como católicos, cómo vamos a vivir esta momento decisivo en la historia de la humanidad. El Papa Juan Pablo II nos pide que contemplemos el rostro de Jesús. "¿Y no es quizás el cometido de la Iglesia reflejar la luz de Cristo en cada época de la historia y hacer resplandecer también su rostro ante las generaciones del nuevo milenio?" (N. 16). Esto está en líunea con lo que el autor de la carta a los Hebreos escribió, "fijos los ojos en Jesús" (Hb. 12,2). Sin embargo, para mantener nuestros ojos fijos en Jesús, al comenzar el tercer milenio, necesitamos reflexionar profundamente en quien es Jesús para nosotros, en sus valores e ideales. Esto está contenido en la poderosa pregunta que Jesús hizo a sus discípulos -"Y ustedes, ¿quién dicen que soy?" (Mc. 8, 28). Cuando más reflexionamos en esta pregunta, más podemos comprender que proceder necesitamos desarrollar como católicos mientras vivimos nuestra vida como personas del tercer milenio.2.- ¿Quién dicen los hombres que soy?
En Cesárea de Filipo, Jesús comienza con una pregunta fácil a sus discípulos. "¿Quién dicen los hombres que soy yo?" (Mc. 8,28). Es muy fácil hablar de lo que otras personas piensan o dicen. Es fácil también simplemente dejarse llevar por la mayoría. Es mucho más seguro. Su respuesta fue, "Unos que Juan el bautista; otros, que Elías; otros que uno de los profetas". (Mc. 8,.28). Qué respuesta. ¿Cómo puede ser Jesús cualquiera de estas personas? Estaban todos muertos. ¿Cómo podemos comparar a Jesucristo con alguien que ya está muerto? La tentación para muchos puede ser decir que creemos, pero no queremos dejar que Jesús esté demasiado cerca de nuestra manera de vivir. Muchos no quieren ser perturbados o retados por su doctrina, sus principios y valores. Jesús no está meramente interesado en permanecer a una cierta distancia, sino que constantemente nos reta a tomar la desición radical de vivir como él nos ha enseñado. Sabe que sólo tenemos un corazón, y constantemente nos está invitando a permitirle cambiar el corazón para hacerlocomo el suyo propio, santo y sagrado.
3.- Abramos nuestras moradas a Jesús.¿Qué sucede esto en la práctica? En Jn. 14, 2 encontramos a Jesús diciendo, "En la casa de mi Padre hay muchas moradas". ¿Dónde está la casa del Padre? Es verdad que Dios está la casa del Padre? es verdad que Dios está en el cielo y en el Sagrario. Sin embargo, yo soy la casa del Padre, yo soy el Templo del Espíritu Santo. En el centro de mi existencia, en lo profundo de mi corazón hay muchas moradas. Con algunas de estas moradas estoy muy cómodo. puedo abrir la puerta levantar las persinas, abrir las ventanas y disfrutar del aire fresco. Sin embargo hay otras moradas donde las puertas están cerradas, donde las persianas están bajadas, las ventanas están cerradas y donde reina la oscuridad. Ni siquiera puedo pensar en abrir la puerta. Estas son las moradas de mis heridas, mis miedos que me paralizan y me impiden convertirme en un testigo poderoso de la resurrección de Jesús. Jesús quiere sanar todo eso. Nos reta a orar y a decir: Señor toma mi mano, ayúdame a abrir estas moradas, ayúdame a levantar las persianas, abrir las ventanas ya dejar que entre el aire fresco. Ayúdame a entrentarme a lo que necesito enfrentarme y ponerlo a los pies de tu cruz, para que pueda convertirme en un instrumento poderoso de tu presencia sanadora.
4.- ¿Quién dicen ustedes que soy yo?
Jesús entonces se vuelve a sus discípulos y les pide que se olviden de lo que la gente dice o piensa de él. "Ustedes, ¿Quién dicen que soy?" (Mc. 8, 29). Pedro hablando de parte de los demás respondió, "Tú eres el Cristo" (Mc 8, 30). La respuesta de Pedro podría parecer correcta a primera vista. Sin embargo, la idea de Pedro sobre el Cristo era muy diferente a la de Jesús. No había sitio en la mente de Pedro de que el Mesías "debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte" (Mc.8, 31-32). Cuando Jesús empezó a hablar sobre estas, Pedro comenzó a reprenderle. No hables de muerte, de sufrimiento para otros. No lo estropees todo Jesús. Aquí es donde Jesús se enfado con Pedro, "¡Quitate de mi vista, satanas! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino lo de los hombres" (Mc. 8,33).
5.- Reto de creer en Jesús.
Qué reto ¿Creo en Jesús sólo cuando veo milagros, sólo cuando puedo ser testigo de señales y prodigios? Demos gracias a Dios que las señales y prodigios ocurren cuando oramos al Padre, a través de Jesús en el poder del Espíritu Santo. Sigamos pidiendo que los milagros sigan sucediendo mientras tomamos seriamente las palabras de Jesucristo nuestro Maestro y Señor. Sin embargo Jesús está también retándonos a morir literalmente, para que otros puedan tener vida. Hay momentos en que somos llamados a ser los últimos de todos y los siervos de todos, de manera que la buena noticia de Jesucristo pueda ser manifestada con más valentía y poder. ¿Estoy preparado para abrazar la cruz, al ser capaz de tomar el dolor y la herida de otros, y al mismo tiempo ser un testigo constante de esperanza y sanación por la convicción de que Jesucristo está vivo en mi? ¿Estoy preparado para deshacerme de mi falta de perdón? ¿Soy responsable ante Dios, de todas mis acciones? ¿Estoy preparado para ser el primero en dar una mano, son un interés y amor auténticos? ¿Estoy preparado para decidirme de una vez por todas a amar a Dios y a mi prójimo sin importarme lo que me cueste? ¿Como podemos esperar vencer al mal en el nombre de Jesucristo si no queremos ayudar a lavar un montón de platos sucios?
Conclusión.
En Conclusión, vuelvo a Juan Pablo II, que nos dice a nosotros católicos al empezar el tercer milenio. "No se trata, pues, de inventar un nuevo programa. El programa ya existe. Es el de siempre, recogido por el Evangelio y la tradición viva. Se centra, en definitiva, en Cristo mismo:" (Novo Millennio ineunte, n.29) Mantengamos nuestros ojos fijos en Jesús .
El 16 de enero, el Papa Juan Pablo II promulgó su carta apostólica Novo Millenio Ineunte, "Al comienzo del nuevo milenio". Como católicos, cómo vamos a vivir esta momento decisivo en la historia de la humanidad. El Papa Juan Pablo II nos pide que contemplemos el rostro de Jesús. "¿Y no es quizás el cometido de la Iglesia reflejar la luz de Cristo en cada época de la historia y hacer resplandecer también su rostro ante las generaciones del nuevo milenio?" (N. 16). Esto está en líunea con lo que el autor de la carta a los Hebreos escribió, "fijos los ojos en Jesús" (Hb. 12,2). Sin embargo, para mantener nuestros ojos fijos en Jesús, al comenzar el tercer milenio, necesitamos reflexionar profundamente en quien es Jesús para nosotros, en sus valores e ideales. Esto está contenido en la poderosa pregunta que Jesús hizo a sus discípulos -"Y ustedes, ¿quién dicen que soy?" (Mc. 8, 28). Cuando más reflexionamos en esta pregunta, más podemos comprender que proceder necesitamos desarrollar como católicos mientras vivimos nuestra vida como personas del tercer milenio.2.- ¿Quién dicen los hombres que soy?
En Cesárea de Filipo, Jesús comienza con una pregunta fácil a sus discípulos. "¿Quién dicen los hombres que soy yo?" (Mc. 8,28). Es muy fácil hablar de lo que otras personas piensan o dicen. Es fácil también simplemente dejarse llevar por la mayoría. Es mucho más seguro. Su respuesta fue, "Unos que Juan el bautista; otros, que Elías; otros que uno de los profetas". (Mc. 8,.28). Qué respuesta. ¿Cómo puede ser Jesús cualquiera de estas personas? Estaban todos muertos. ¿Cómo podemos comparar a Jesucristo con alguien que ya está muerto? La tentación para muchos puede ser decir que creemos, pero no queremos dejar que Jesús esté demasiado cerca de nuestra manera de vivir. Muchos no quieren ser perturbados o retados por su doctrina, sus principios y valores. Jesús no está meramente interesado en permanecer a una cierta distancia, sino que constantemente nos reta a tomar la desición radical de vivir como él nos ha enseñado. Sabe que sólo tenemos un corazón, y constantemente nos está invitando a permitirle cambiar el corazón para hacerlocomo el suyo propio, santo y sagrado.
3.- Abramos nuestras moradas a Jesús.¿Qué sucede esto en la práctica? En Jn. 14, 2 encontramos a Jesús diciendo, "En la casa de mi Padre hay muchas moradas". ¿Dónde está la casa del Padre? Es verdad que Dios está la casa del Padre? es verdad que Dios está en el cielo y en el Sagrario. Sin embargo, yo soy la casa del Padre, yo soy el Templo del Espíritu Santo. En el centro de mi existencia, en lo profundo de mi corazón hay muchas moradas. Con algunas de estas moradas estoy muy cómodo. puedo abrir la puerta levantar las persinas, abrir las ventanas y disfrutar del aire fresco. Sin embargo hay otras moradas donde las puertas están cerradas, donde las persianas están bajadas, las ventanas están cerradas y donde reina la oscuridad. Ni siquiera puedo pensar en abrir la puerta. Estas son las moradas de mis heridas, mis miedos que me paralizan y me impiden convertirme en un testigo poderoso de la resurrección de Jesús. Jesús quiere sanar todo eso. Nos reta a orar y a decir: Señor toma mi mano, ayúdame a abrir estas moradas, ayúdame a levantar las persianas, abrir las ventanas ya dejar que entre el aire fresco. Ayúdame a entrentarme a lo que necesito enfrentarme y ponerlo a los pies de tu cruz, para que pueda convertirme en un instrumento poderoso de tu presencia sanadora.
4.- ¿Quién dicen ustedes que soy yo?
Jesús entonces se vuelve a sus discípulos y les pide que se olviden de lo que la gente dice o piensa de él. "Ustedes, ¿Quién dicen que soy?" (Mc. 8, 29). Pedro hablando de parte de los demás respondió, "Tú eres el Cristo" (Mc 8, 30). La respuesta de Pedro podría parecer correcta a primera vista. Sin embargo, la idea de Pedro sobre el Cristo era muy diferente a la de Jesús. No había sitio en la mente de Pedro de que el Mesías "debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte" (Mc.8, 31-32). Cuando Jesús empezó a hablar sobre estas, Pedro comenzó a reprenderle. No hables de muerte, de sufrimiento para otros. No lo estropees todo Jesús. Aquí es donde Jesús se enfado con Pedro, "¡Quitate de mi vista, satanas! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino lo de los hombres" (Mc. 8,33).
5.- Reto de creer en Jesús.
Qué reto ¿Creo en Jesús sólo cuando veo milagros, sólo cuando puedo ser testigo de señales y prodigios? Demos gracias a Dios que las señales y prodigios ocurren cuando oramos al Padre, a través de Jesús en el poder del Espíritu Santo. Sigamos pidiendo que los milagros sigan sucediendo mientras tomamos seriamente las palabras de Jesucristo nuestro Maestro y Señor. Sin embargo Jesús está también retándonos a morir literalmente, para que otros puedan tener vida. Hay momentos en que somos llamados a ser los últimos de todos y los siervos de todos, de manera que la buena noticia de Jesucristo pueda ser manifestada con más valentía y poder. ¿Estoy preparado para abrazar la cruz, al ser capaz de tomar el dolor y la herida de otros, y al mismo tiempo ser un testigo constante de esperanza y sanación por la convicción de que Jesucristo está vivo en mi? ¿Estoy preparado para deshacerme de mi falta de perdón? ¿Soy responsable ante Dios, de todas mis acciones? ¿Estoy preparado para ser el primero en dar una mano, son un interés y amor auténticos? ¿Estoy preparado para decidirme de una vez por todas a amar a Dios y a mi prójimo sin importarme lo que me cueste? ¿Como podemos esperar vencer al mal en el nombre de Jesucristo si no queremos ayudar a lavar un montón de platos sucios?
Conclusión.
En Conclusión, vuelvo a Juan Pablo II, que nos dice a nosotros católicos al empezar el tercer milenio. "No se trata, pues, de inventar un nuevo programa. El programa ya existe. Es el de siempre, recogido por el Evangelio y la tradición viva. Se centra, en definitiva, en Cristo mismo:" (Novo Millennio ineunte, n.29) Mantengamos nuestros ojos fijos en Jesús .
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