Monterrey, México (9 julio 2006).- "Yo no soy cariñosa porque mi mamá nunca fue cariñosa conmigo".Seguramente has escuchado esta frase antes.Así como los padres enseñan a los hijos a comer con cubiertos, a andar en bicicleta, a poner en práctica los valores o a tener buenos modales, también son responsables de su desarrollo afectivo.Sin embargo, son pocos los papás que fortalecen esta dimensión de la vida de sus descendientes, el aprendizaje se va dando de forma autodidacta.Hay familias que se denominan unidas, pero sus miembros no son capaces de prodigarse abrazos entre ellos. Hay hermanos que se dirigen la palabra sólo para pedirse el salero, y que cuando se encuentran ni siquiera se saludan.Entonces van aprendiendo que la demostración de los sentimientos no es importante y se convierten en analfabetas afectivos, es decir, personas que no saben expresar sus sentimientos."Si se acerca el hijo o el esposo, los repelen", ejemplifica Diana Rodríguez de Ibarra, psicoterapeuta familiar.El impacto en la vida"El afecto lo vamos aprendiendo directamente de los padres, hasta que el desarrollo de nuestra personalidad va alcanzando una madurez", dice Rodríguez de Ibarra.Los papás suelen ser cálidos con sus hijos cuando son pequeños, y conforme van creciendo, los padres se van apartando afectivamente, explica la especialista. Al entrar a la etapa de corrección, se confunden y creen que corregir a sus hijos significa dejar de manifestarles cariño."Los papás se centran mucho en demostrarlo con cosas materiales. Incluso lo usan como manera de reflexión para los hijos, si te llevo al colegio, si te llevo de vacaciones, eso quiere decir que te quiero", dice la especialista.Eso es importante, señala, pero para aprender a dar afecto también se necesita "sentir" el afecto. Y se siente a través de un abrazo, de un beso cálido, de palabras afectivas, y la aceptación total de cómo es el niño.Una etapa importante de cambios y crucial para la vida adulta es la adolescencia. Los adolescentes necesitan mucho las caricias y las palabras afectivas, por eso los adolescentes carentes del afecto son los más vulnerables a tener relaciones sexuales anticipadas."Un niño y un adolescente que están bien afectivamente pueden posponer su vida sexual hasta llegar a la madurez", asegura la terapeuta.Con ella coinciden los creadores del programa "Protege tu corazón", Juan Francisco Vélez y María Luisa Estrada, enfocado a la educación sexual de jóvenes entre 10 y 18 años, basado en la formación del carácter.El programa, estructurado en talleres, inició en 1993 en su natal Colombia.Después lo llevaron a Perú, Argentina, España, Bolivia y México, teniendo su sede en Monterrey desde 2001.Algunas causas de los fracasos en las relaciones interpersonales son la frágil salud emocional y el enfoque simplista sobre la sexualidad que se le ha dado en los medios de comunicación, afirma Vélez, y la falta de comunicación sobre el tema con los padres."Los jóvenes están comprando romances pobres", dice Estrada, especialistas del programa integrado a la Asociación Mundial para la Familia y la Educación. "En un embarazo o una enfermedad de trasmisión sexual, las consecuencias emocionales e incluso intelectuales son las más impactantes", expresa el fundador del programa, trayéndoles consecuencias emocionales."Se sienten con mucha culpa. Se sienten utilizados, les baja la autoestima, disminuye la capacidad para comprometerse en una relación a futuro. Tienen miedo a volverse a enamorar".Los vacíos que van quedando de la infancia y la adolescencia pasan a la vida adulta, y se intenta llenarlos de distintas formas.Algunas personas lo hacen con relaciones de pareja forzadas, explica la psicoterapeuta familiar, otros con drogas, con comida, con el trabajo, se vuelven adictos. No sólo eso, hay consecuencias más graves que influyen en las relaciones de pareja. "Es muy común que cuando se tienen reacciones frías, las parejas se van distanciando y van dejando esa relación de entrega y de unión. Se acostumbran a tener contacto físico sólo en la relación sexual, y representa un problema, sobre todo para la mujer", dice la psicoterapeuta familiar.Qué hacerLas personas que en cierta etapa de su vida se dan cuenta que necesitan cambiar, explica Rodríguez de Ibarra, reconocen que vienen de una familia poco afectiva y buscan modificar la situación.Se dan cuenta que el día de su graduación profesional, el día de su boda, en los cumpleaños, el día del nacimiento de su hijo, deben estar felices y que son momentos importantes, pero no lo saben demostrar y parece como si fuera cualquier otro día para ellos."No se han enseñado a sentir sus emociones, además han aprendido los patrones que deben seguir, tanto el masculino como el femenino", comenta la especialista."Antes estaba muy delimitada la conducta del hombre, se le enseñó a ser frío, a ser distante, a ser dominante".Al reconocer que son incapaces de dar y recibir afecto, deben hacer ejercicios para que se vaya rompiendo el patrón de conducta.Uno de éstos es el aprendizaje de la caricia esencial. Consiste en empezar a tener contacto físico con las personas cercanas para ir sensibilizando la piel y el tacto. Tomar a la hija de la mano, pasarle el brazo al hijo, darle de palmadas, voltear a verse a los ojos, decir "te quiero mucho", son algunos ejemplos.El llanto es una manera de desahogo, el sentimiento ahí está, pero no se saca. Rodríguez de Ibarra incluso recomienda provocárselo con películas.También es bueno llorar de alegría porque éste es un llanto pleno. Otra de las maneras es expresarlo a través de la escritura.Una persona madura posee una vida afectiva de gran vitalidad. Es capaz de gozar, de sufrir, de superar los altibajos, de enojarse cuando hay motivo, es dueña de sus sentimientos.Así que ya sabes, un abrazo puede ser el primer paso para tu alfabetización afectiva. Nunca es tarde para romper el círculo vicioso que se traspasa de generación en generación.
Fuente: El Norte
Comentarios